Manuel Solís
| Desde el Caribe |
El fallecimiento de Jesús Martínez Ross, primer gobernador constitucional de Quintana Roo, trasciende el hecho noticioso para colocarse en el terreno de la memoria histórica. Su papel fue determinante en la transición de la entidad, que en 1975 dejó de ser territorio federal para convertirse en el estado más joven del país.
La llegada de Martínez Ross al poder simbolizó el nacimiento de un nuevo orden político. Con él se edificaron las primeras instituciones, se definió la organización territorial y se sentaron las bases de la administración pública local. Su gobierno representó el inicio de una ruta de desarrollo sustentada en la infraestructura, el diseño institucional y el impulso al turismo, con Cancún como estandarte del progreso.
Desde la perspectiva histórica, su figura es indisociable de los orígenes de la vida pública quintanarroense. Más allá de los matices de su gestión, su legado está en haber trazado los cimientos de un estado que en menos de medio siglo pasó de la marginación al protagonismo nacional e internacional.
Su muerte marca el fin de una generación fundadora, aquella que convirtió a Quintana Roo en un actor político dentro del federalismo mexicano. Hoy, su nombre se inscribe en la memoria colectiva como referente inevitable de los primeros pasos de la entidad.
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