El peligro de un poder sin límites en El Salvador


Redacción | Desde el Caribe |

El Congreso de El Salvador ha dado un paso alarmante al aprobar una reforma constitucional que permite la reelección indefinida del presidente y extiende el mandato presidencial de cinco a seis años. Con el respaldo abrumador de Nuevas Ideas, partido del presidente Nayib Bukele, y sus aliados, se abre la puerta para que un solo hombre concentre el poder político sin contrapesos reales.

El argumento oficialista, encabezado por la diputada Ana Figueroa, sostiene que se trata de “darle poder al pueblo salvadoreño”, equiparando la reelección presidencial con la de alcaldes y diputados. Sin embargo, lo que en apariencia se presenta como un derecho ciudadano es en realidad la eliminación de los frenos institucionales que garantizan la alternancia y la democracia.

Con 57 de los 60 votos legislativos a su favor, la reforma no solo elimina el límite a la reelección presidencial, sino también la obligación de realizar una segunda vuelta electoral cuando ningún candidato alcance mayoría absoluta. El camino queda despejado para que Bukele permanezca en el poder tanto tiempo como desee, debilitando aún más el pluralismo político.

La oposición, representada por "ARENA" y "Vamos", denunció la aprobación como un golpe mortal a la democracia salvadoreña. La diputada Marcela Villatoro fue tajante: “hoy ha muerto la democracia en El Salvador”, acusando a la coalición oficialista de actuar “de forma burda y cínica”.

La reforma aún requiere una segunda votación, pero todo apunta a que será ratificada, como lo ha sido cada una de las 40 prórrogas previas del régimen de excepción vigente desde 2022. En este escenario, Bukele podría prolongar su actual mandato hasta 2029 y, de quererlo, volver a presentarse en 2027 para seguir acumulando poder.

Que un líder se blinde en el poder bajo el argumento de contar con “apoyo popular” es una peligrosa tentación autoritaria que ha minado a muchas naciones en la historia. Los dictadores, por lo general, llegan prometiendo salvación y acaban dejando sociedades sin libertades ni contrapesos. Bukele mismo, lejos de ocultarlo, ha dicho: “me tiene sin cuidado que me llamen dictador”
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La democracia muere lentamente cuando se normaliza lo inaceptable. En El Salvador, lo que se juega hoy no es una reforma electoral, sino el futuro de su sistema democrático. Un gobernante que permanece indefinidamente en el poder deja de ser presidente para convertirse en dictador, y esa es la amenaza más seria que cualquier nación puede enfrentar

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