“No me reuní para doblar las manos”: Grecia Quiroz viuda de Carlos Manzo



 

Redacción | Desde el Caribe |

En un estado donde la violencia se ha vuelto rutina y la impunidad, costumbre, el discurso de Grecia Quiroz en la marcha por justicia para Carlos Manzo fue más que una declaración, fue un desafío. La alcaldesa de Uruapan no habló desde el protocolo, habló desde el duelo, desde la rabia y desde el hartazgo de un pueblo que ya no quiere seguir enterrando a sus líderes.


“No me reuní con la presidenta para doblar las manos, sino para exigir que capturen a todos los criminales de esta región”, dijo ante cientos de ciudadanos que vestían de blanco y caminaban con el rostro en alto. En esa frase, Quiroz rompió con la tibieza política que tanto abunda en tiempos de tragedia. No pidió compasión, exigió acción. Y lo hizo con una valentía que, guste o no, sacude el tablero político de Michoacán.


El asesinato de Carlos Manzo dejó una herida abierta en Uruapan, pero también encendió una llama que su sucesora parece decidida a mantener viva. Cuando Quiroz afirmó que “quienes mandaron matar a Carlos Manzo no supieron que este sombrero tiene una fuerza imparable”, convirtió el símbolo en consigna y la indignación en bandera. Ese sombrero, levantado entre la multitud, fue el recordatorio de que la política puede recuperar dignidad cuando se habla con el corazón del pueblo.


Su discurso fue, al mismo tiempo, un acto de resistencia y una advertencia electoral: “En 2027 les vamos a dar ese voto de castigo”. La frase resonó como una sentencia. Y no solo a los responsables del crimen, sino también a las autoridades que han permitido que Michoacán viva entre balas, discursos vacíos y abrazos que nunca detuvieron el fuego.


Grecia Quiroz habló como lo hace quien ya no tiene miedo. No a los criminales, no al poder, no al qué dirán. Y eso, en una tierra donde el silencio ha sido la norma, la convierte en un símbolo incómodo para muchos y esperanzador para otros.


En la Plaza de los Mártires, donde Carlos Manzo fue asesinado, se congregó su pueblo, su familia, su memoria… y una nueva voz que se niega a rendirse. “Hoy se cumple uno de los legados de Carlos Manzo: ver a su pueblo unido”, dijo Quiroz. Y lo logró, Uruapan volvió a caminar junto, con dolor, pero también con determinación.


La marcha, el paro de labores, los rostros firmes de la gente común, son señales de que algo se mueve en Michoacán. Tal vez sea el inicio de una rebelión cívica o el despertar de una conciencia política. Lo cierto es que el mensaje ya fue lanzado, el pueblo está cansado de agachar la cabeza.


Y si los gobiernos federal o estatal no escuchan el rugido que salió de La Sombreriza, en 2027 lo oirán en las urnas. Porque cuando una sociedad entera dice “no más”, ni las balas ni el miedo bastan para callarla.


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