OTRA DE DIPUTADOS


Por : Nico Lizama

En la comarca hubo un diputado que se jactaba de rebuznar mejor que nadie.
Un día se levantó pensando que era hora de conmocionar a todo San Caralampio y, por sus pistolas, ordenó echar para abajo la monumental escultura -un héroe del rumbo- que adornaba el patio del Honorable Congreso del Estado.

Y, ¡zaz!, no lo pensó dos veces. Le encargó a una cuadrilla de trabajadores cometer la infamia.
Él, en sus delirios, pensaba que todos en la comarca eran vasallos sumisos y podía dorarles la píldora a como se le antojara.

Pero hete aquí que los sancaralampiños le salieron respondones.
No fue fácil. Como el pájaro carpintero, varias asociaciones estuvieron horadando el hueco hasta, ¡aleluya!, conseguir el objetivo.

Tuvieron que estar Jode y jode para que por fin les hicieron caso. Hubieron ocasiones en que sus ánimos declinaron. “Aquí no necesitamos héroes de bronce, queremos  incondicionales de carne y hueso”, parecía ser el lema  de los legisladores y se hacían al occiso.

Un día, obró el milagro. Ya no estaba el culpable directo del desaguisado (lo premiaron con un mejor cargo) y su sucesor ordenó regresar la estatua a su sitio.
 
En el Congreso del Estado, lo que menos falta es el el billete. Las arcas públicas -nuestros impuestos- accionaron y remediaron la burrada del “insigne” diputado.

Hoy, el prócer está en su sitio. Un poco más chueco que antes, pero, bueno, algo es algo, pedirle peras al olmo es imposible.
El acto se hubiese redondeado -el vulgo lo aplaudiría-  si el legislador que presumió de aquel espectacular rebuznido hubiese pagado de su bolsa el desperfecto. ¡Puf, ese gesto se hubiese ganado el aplauso generoso de todo San Caralampio!.

En fin, no seamos tan exigentes, algo es algo, dijo un calvo.
(Foto: Rosy Covarrubias)

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